Que la vida nunca va a dejar de dar vueltas, que es el mundo el que nos mueve.

Que tenemos mil razones por las que llorar, pero tenemos mil y una razones para reirnos de nuestro propio llanto. Que si nos caemos nos volveremos a levantar como cuando aprendimos

a caminar. No es tan duro, a veces tenemos muchas manos que nos ayudan a levantarnos, pero nunca nos damos cuenta de quién nos suelta a la mitad. La gran mayoría creen tener razón cuando en realidad no la tienen y odio a la gente que cuando hace una cosa y sabe que está mal siempre dirá que está perfecto solo porque lo ha hecho él o ella y sí, mi padre es una de esas personas. Nunca me muevo por la opinión de la gente, es más, las críticas alimentan cada día y aún más mi ego. Las nubes no están ahí por gusto, que nosotros tampoco. Que nos hemos limitado a inventar cosas y que nos estamos cargando lo que alguien nos regaló alguna vez y, ¿cómo pensamos inventar aquello que nos regalaron?. No creo en Dios y creo que nunca creí en él y seguirá siendo así hasta que me demuestren lo contrario. Y eso de que de los errores se aprende, es todo mentira. Siempre los cometeremos por mucho que nos cueste aceptarlo. Y si pensáis que el dinero da la felicidad estáis muy equivocados, son las personas en sí porque, ¿quién inventó el dinero?, ¿los negocios?. Las personas, sí, las personas. Aquellas que regalamos amor, felicidad, amistad, momentos únicos e inolvidables las unas a las otras. Que la vida es un teatro, tenemos escenario y actores. Todos tenemos un buen guión, aunque a mi me encanta saltármelo, no me gusta ser la protagonista porque en mi vida le doy más prioridad a otros actores que a mi misma.